A ver cómo te suena esto: vivimos a nivel superficial. Como por encima, de puntillas, casi sin enterarnos.
Me estoy leyendo un libro, ‘Los secretos de la mente millonaria’, y en uno de los capítulos aborda la importancia de la vida consciente. En él dice que la mayoría de las personas somos inconsciente y llevamos una vida basada sólo en lo que vemos, sólo viviendo en el mundo visible y dejando a un lado lo que no se ve, que no es menos importante.
Yo creo firmemente en esto. Lo veo así. Es cierto que nos fiamos mucho más de lo que entra por nuestros ojos que por lo que subyace dentro. Damos toda la credibilidad a lo que se ve y se palpa y poca o ninguna a lo que no se ve a simple vista.
Pero hay una realidad innegable: lo que no se ve es lo que ha creado lo que se ve. Piénsalo. Todo tiene una recámara, un trasfondo, un origen.
En el libro que te he contado pone el ejemplo de un árbol. Normalmente, nos fijamos en su exterior, en sus frutos, sus ramas, sin pararnos a pensar que lo importante es la raíz, que es de donde procede lo que se ve, aunque la raíz esté bajo tierra y no podamos verla. Es esa raíz lo que da el fruto.
Y, así, prácticamente iguales, somos las personas. Nuestro interior es lo más importante, porque de ahí procede lo que mostramos. Es trascendental trabajar lo de dentro porque eso saldrá hacia fuera, como la fruta del árbol. Ese es el orden y no al revés. Plantar la semilla, cuidarla, ayudarla a crecer, a germinar, para que salga una bonita flor. Si tratas de plantar una preciosa flor sin raíz, no tendrás éxito.
Si quieres cambiar el fruto, primero hay que cambiar las raíces. Indaga en tu interior, descúbrete, cuida tus raíces y todo eso dará su fruto.
Que tengas un maravilloso día.