Es curioso. En los últimos días he mantenido varias conversaciones con gente cercana que me han llevado a hacerme una pregunta: ¿Somos adictos a la seguridad? Me refiero a la sensación de estar siempre agarrados a algo que nos haga sentir en un territorio que podemos manejar. Que tenemos el control de lo que nos pasa.
El caso es que estas personas me comentaban que tenían ganas de un cambio de vida y todas tenían algo en común: les daba miedo dar un paso porque no tenían la seguridad que tienen ahora y eso les hacía posponer o rechazar sus sueños.
Después de darle unas cuantas vueltas al asunto, he llegado a la conclusión de que somos capaces de abandonar aquello que queremos porque no estamos dispuestos a soltar lo que nos resulta seguros. Somos adictos a la seguridad y la anteponemos a nuestra libertad.
Es decir, preferimos estar en un trabajo que no nos gusta o con una pareja que no nos llena antes de dar un paso al frente y pisar un terreno que no conocemos aunque sepamos que, quizás, después del fango nos espere algo mucho mejor de lo que tenemos ahora. Porque muchas veces lo mejor de la vida está más allá del miedo y tenemos que superar nuestros temores para hacernos con el tesoro.
Renunciamos a lo que hay un poco más allá y preferimos quedarnos en lo seguro aunque no sea lo que necesitamos, aunque no se corresponda con lo que nos pide nuestra alma.
Siempre he pensado que el dicho sobre el que se escuda todo esto, ‘más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer’, a mi no me interesa. Mejor dame lo bueno por conocer, aunque eso suponga renunciar a algunas cosas, entre ellas la cómoda sensación de seguridad. Y eso que yo también tengo apego a lo que me resulta seguro y estoy tratando de soltar. Y cuesta.
A veces deberíamos dejar de creernos todas las cosas que nos han contado y sobre las que se asientan nuestras vidas en buena parte. A lo mejor a ti no te gusta la idea de tener que ir a la universidad, sacarte un título, encontrar un trabajo en el que ser reconocido, casarte, tener hijos y comprarte una casa para ser feliz. Y no tiene nada de malo porque no todos necesitamos lo mismo.
Lo bueno de la vida es experimentarla en plenitud, gozarla y vivirla con mayúsculas porque, realmente, no sabemos cuánto tiempo nos queda y quizás no merezca la pena seguir la senda marcada, sino trazarte la tuya propia, aunque no tenga nada que ver con la del resto de personas que conoces. Aunque no tengas la seguridad de que saldrá bien porque sabes que, al menos, habrás disfrutado del camino.
La seguridad que buscamos muchas veces no existe porque ni siquiera te lo garantiza ese trabajo indefinido ni esa persona que te juró amor eterno, aunque te lo parezca. Y el precio que pagamos por esa ilusión suele ser muy alto: nuestra libertad.
Y tú, ¿qué opinas? ¿Prefieres la seguridad a la libertad?
Que pases un día maravilloso.