Todo el mundo tiene un don. Todo el mundo. Quiero decir, que todos hemos venido con una cualidad especial que, además de hacernos únicos, nos señala nuestro foco de luz.

Esto que te cuento tiene mucho que ver con algo que se te da bien y que te gusta, porque una cosa lleva a la otra.

Todos hemos venido a aportar algo al mundo y, aunque te cueste creértelo, tú también formas parte de ese plan divino.

El caso es que a veces nos cuesta identificar nuestro don y hasta lo negamos. Esto es algo que tiene mucho que ver con la autoestima y con el merecimiento. Y también con una realidad: hemos matado nuestra creatividad para encajar en lo que se espera de nosotros, renunciando muchas veces a nuestros sueños, entre los que seguramente nuestro don tiene un papel protagonista.

Vivimos muy enfocados en nuestras rutinas, en cumplir metas y objetivos pero que poco tienen que ver con el plan de nuestra alma. Y así va pasando el tiempo hasta que estamos tan desconectados de nuestra propia naturaleza, de nuestros dones (si no nos hemos dado cuenta antes y les hemos dado el espacio que merecen) que ya ni los conocemos, ni los identificamos ni muchos menos los trabajamos.

Si no tienes ni idea de cual es tu don, fíjate por ejemplo en qué es lo realmente te gusta hacer, en lo que pierdes la noción del tiempo mientras lo llevas a cabo, que se te da bien, que harías incluso gratis… Y otra clave: puedes preguntar a las personas de tu entorno qué es lo que ellos creen que se te da realmente bien. A veces desde fuera lo tiene más claro de que desde dentro.

Nos vemos en unos días por aquí para seguir profundizando en el tema.

Que tengas un día maravilloso.