Sé que es algo que repetimos con demasiada frecuencia: «No puedo». Da igual el contexto en el que se diga, el motivo o las circunstancias. Lo importante, lo trascendental de esta frase que tanto nos acompaña, es su derrotismo. Cuando decimos «no puedo» nos estamos rindiendo en cierta manera. Lo damos por algo imposible, que no podemos alcanzar. Y ahí lo dejamos.
Realmente, «no puedo» es una forma de mostrarnos no merecedores. Una vez que lo decimos damos por hecho (a nosotros, pero también al universo) que no hay nada que hacer y que eso no se puede cambiar. Estás atrayendo tristeza, pesadez, una energía densa y, en el fondo, estás lanzándote un mensaje a ti mismo: «no creo en mí».
Pues bien, tengo una buena noticia. Podemos cambiar eso y ese poder está en nuestras manos. En lugar de decir «no puedo», cámbialo por «lo estoy intentando». En lugar de «no puedo con este trabajo», di «estoy tratando de integrarlo en mi vida» o «estoy intentando verle la parte positiva» o «seguro que tiene algo que enseñarme, aunque ahora no lo vea». Parece lo mismo, pero es muy diferente.
Cuando cambias una frase por otra, pasas de ser débil a tener poder sobre lo que te pasa, de rendirte a abrirte un nuevo camino y a conectarte con la capacidad de hacer cosas nuevas y con la perseverancia. Fíjate qué cambio.
Y yo, que trabajo con palabras y las amo y me rodeo de ellas todos los días, te digo que no da igual elegir unas u otras. Es muy importante la forma en la que hablamos y las palabras que elegimos. Las palabras son energía, crean realidades y te darás cuenta, si lo haces de que realmente son transformadoras. Así de grandes son las palabras.
La próxima vez que te venga a la mente un «No puedo», cámbialo por un «¿Cómo puedo conseguir hacer esto?». No hace falta que lo digas en alto. Dilo por dentro, a ti mismo, como una melodía. Verás la diferencia.
Que tengas un día maravilloso.
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