Vivimos en un mundo en el que nuestro aspecto tiene un peso muy importante. En parte es normal, porque el físico es lo primero que nos entra por los ojos y, además, también habla de nosotros porque, aunque no queramos, estamos comunicando constantemente con cada pequeño detalle. Es nuestro lado más conocido por nosotros mismos y (a veces) el único en el que nos reconocemos.
Sin embargo, hemos llevado el culto al cuerpo a tal extremo que muchas veces pensamos que es lo único que nos define o, al menos, lo más importante.
¿Por qué? Porque nos da seguridad parecer algo aunque en realidad no lo seamos. Y si esa imagen que vemos en el espejo nos gusta, eso aumenta nuestra autoestima. Y es que cuidar nuestro cuerpo aumenta nuestros niveles de energía y nuestro amor propio. Pero es nuestra fachada. Detrás hay mucho más.
De hecho, dicen los psicólogos que una de las primeras señales de que alguien está sufriendo una depresión es su deterioro físico.
El físico es importante, pero no lo único. Ya sabes que en el equilibrio está la clave de vivir en armonía. Es esencial que te encuentres cómodo con tu parte más visible, pero no debemos descuidar las demás si queremos sentirnos realmente bien.
Y sí, cuando uno empieza a cuidarse físicamente experimenta una mejoría general que también afecta a su estado de ánimo. Y esto ocurre, precisamente, porque nuestro cuerpo físico, mental, emocional y espiritual están conectados entre sí. Somos seres holísticos y como tal debemos tratarnos. Funcionamos mejor en conjunto.
Pero, claro, nuestra parte física merece atención. La misma que el resto. Es importante que nos cuidemos. Para eso, tenemos que poner atención en lo que comemos, en ejercitar nuestro cuerpo y en darnos atención desde dentro para que eso bueno que nos damos florezca en nuestro exterior.
La dimensión física también abarca la seguridad, el contacto físico y la sexualidad. No nos olvidemos de ninguno de ellos.
La mayoría de nosotros tenemos claro cómo se cuida nuestro físico. Pero, ojo, que hasta en eso tenemos que poner el foco y hacerlo de una forma consciente. No todo lo que tenemos a mano es bueno para nuestra salud y, sobre todo, no a todos nos sienta bien lo mismo.
Nuestro cuerpo nos habla constantemente. Escúchalo. Come de forma consciente y ten en cuenta cómo te sienta lo que le das a tu cuerpo. Y estoy hablando tanto de alimentación como de ejercicio. Insisto: no todo es para todo el mundo ni a todos los sienta igual lo mismo. Aquí no hay modas, sino realidades diferentes.
Como en otras muchas cosas. En la sencillez está el secreto. Es mejor poco y bueno y en ocasiones volver al origen nos hace bien. Lo simple, lo fácil, lo auténtico.
Porque lo mejor no tiene que ver siempre con lo más elaborado ni con lo más caro.
Uno de los principios de la medicina ayurveda es que ‘similar incrementa similar’. Así que mover nuestro cuerpo y ejercitarlo hará que nuestro interior también se contagie de ese movimiento: digestión, gestión, cambio. Todo comenzará a moverse.
Una buena forma de cuidar tu lado físico será alimentarlo bien (de eso estaremos hechos) y moverlo (para que otras muchas cosas comiencen a moverse). Y no te olvides de tomar un baño o una ducha relajante, bailar, dormir más y mejor, reír, abrazar y besar.
Te propongo un ejercicio de alimentación consciente que te resultará revelador. Coge un alimento pequeño. Puede ser una manzana o cualquier otra pieza de fruta, un dátil, un fruto seco… Tómalo entre tus manos y obsérvalo, sin hacer otra cosa. Fíjate en los pequeños detalles de su aspecto. Si tiene hendiduras o la piel tersa, en su color y si éste tiene matices, por ejemplo. Puedes darle un mordisco. Hazlo con toda la conciencia posible. Fíjate en el ruido que hace al morderlo y en su sabor al entrar en contacto con tu boca, trata de percibir los detalles, si tiene jugo, si está fresco, caliente o templado. Y también en cómo pasa por tu garganta cuando lo tragas y el sabor final que te deja eso que has comido.
Este ejercicio solo te llevará unos minutos y te ayudará a darte cuenta de la diferencia entre alimentarte de forma consciente y el hacerlo de forma automática, que es como solemos hacerlo habitualmente. Esos detalles marcan la diferencia.
Y me viene una frase de Mies van der Rohe que dice «Dios está en los detalles», que llama a poner la atención en esas pequeñas grandes cosas que marcan la diferencia.
Te deseo un día