Acaba de pasar por Barcelona y ha arrasado. Así es Bruce Springsteen. Y no me extraña. Por algo es el ‘boss’. La música tiene un increíble poder transformador. Es capaz de cambiar el estado de ánimo de alguien con sólo unos acordes. Mueve masas y es terapéutica. Llevo años sin música en el coche porque se me estropeó la radio y me negé a pagar el arreglo. Mientras mi coche está en el taller, tengo un coche prestado que tiene radio y me parece la bomba. Cuando arranco y se enciende la radio me entra un subidón tremendo.
Pero yo hoy quiero hablar de Bruce Springsteen. Es un genio de la música, un artista como la copa de un pino. Y también es alguien profundo que ha hecho un enorme trabajo de autoconocimiento. No le quedó más remedio que comenzar a mirar para dentro cuando se dio cuenta de que su vida no tenía el sentido que él esperaba.
Así lo ha reconocido en su libro, ‘Born to run’ (nacido para correr), en el que cuenta que le costaba intimidar. «En cuanto salía a la luz mi fragilidad, yo ya no estaba. Carpetazo, todo terminaba y yo volvía a la carretera, metiendo en mi bolsa otro final triste».
Otra vez el tipo malo que oculta su sensibilidad. A ver, para ser músico tienes que tener cierto fondo. Y más al nivel de Bruce Springsteen. Pero eso a veces no casa con la imagen que se quiere dar o con lo que los demás esperan. De nuevo, la incoherencia
Esto lo deja entrever ‘el jefe’ en su trayectoria amorosa, que es donde uno se acaba mostrando de verdad tarde o temprano. Sobre su actual mujer, Patti Scialfa, que perteneció durante años a su banda de música, ha contado que «lo nuestro es una historia inusual de dos personas que han estado girando en círculos una alrededor de la otra, tocándose tangencialmente y con cautela durante dieciocho años antes de conectar».
Pero antes de eso tuvo un matrimonio fracasado y con el paso de los años ha sido capaz de mirar atrás, recomponer aquellos pedazos rotos y analizarlos para encontrar un sentido a aquella experiencia: «Una vez más, el temor de ‘poseer’ algo, de permitir que alguien entrase en mi vida, alguien que me amase, hacía sonar una miríada de campanas y silbatos y motivaba una feroz reacción. Sufrí múltiples ataques de ansiedad. Estaba aterrado, pero no quería asustar a mi joven esposa».
Sí, estaba muerto de miedo. Como suele pasar, tenemos miedo a querer y a ser queridos de verdad. Hasta los genios lo sufren (me recuerda a la frase de Rosalía).
Es aquí donde aparece en escena su actual mujer. «Tras diecisiete años de encontrarnos esporádicamente, más de dos años trabajando juntos, flirteando en broma, llegó un momento en el que miré a Patti y vi algo diferente, algo nuevo que se me había escapado hasta el momento y que nunca antes había experimentado». A eso se le llama poner consciencia, querido Bruce.
Cuando la vida le dio un toque de atención y su matrimonio se derrumbó, no le quedó más remedio que coger el toro por los cuernos y hacerse cargo de la situación, de su vida. Y ahí empezó a rearmarse todo. Ese es el poder que tiene la vida consciente.
Él mismo lo ha dicho: «Con 35 años podía parecer una persona razonablemente madura y bajo control, aunque en mi interior seguía siendo emocionalmente poco desarrollado y secretamente inaccesible«. Qué distancia abismal entre lo que uno muestra y lo que es realmente. Ahí está la incoherencia que nos aleja de la felicidad y nos hace sufrir.
Ha asumido claramente que el problema no eran la mujer con la que mantenía una relación, sino «lo que ellas pulsaban en mí, la exposición emocional, las implicaciones de una vida de cargas familiares». Huía de aquella emoción, no de la mujer que tenía al lado, aunque pudiera parecer al revés.
Y, como él, muchas personas pasan por situaciones similares, muchas veces sin darse cuenta, sufriendo sin encontrar un remedio para el dolor emocional que eso provoca y haciendo sufrir a quienes tiene cerca.
Y, como Bruce, algunas personas deciden cambiar las cosas, tomar las riendas de su vida, poner consciencia y arreglar el desaguisado que hemos ido cocinando durante años. Nunca es tarde para llevar una vida consciente.
Bendita vida consciente que nos permite reenfocarnos una y otra vez y, sobre todo, aprender y crecer. Poner palabras donde hay emociones ocultas, reconocerlas y abrazarlas es revolucionario para cualquier persona.
Te deseo un día maravilloso.