La conexión profunda entre compartir y recibir

Esta semana ha sido mi cumpleaños. Es una fecha que me sigue emocionando, pero no te lo digo para que me felicites, sino porque tiene mucho que ver con la historia que te quiero contar hoy.

Siempre me ha gustado celebrar, pero a la vez me da cierto apuro que me feliciten. Es algo que tiene que ver con el recibir, porque también tenemos que estar preparados para ello y no siempre es así. Nos cuesta.

El caso es que me pensé mucho si llevar o no algo para invitar a mis compañeros del trabajo. Algún detalle para celebrar. No quería ser el centro de atención, aunque fuese por unos minutos.

Finalmente, decidí llevar algo. Y ahora viene lo bueno.

Es cierto que pasé un pelín de apuro (pero poco) cuando alguien se acercaba para felicitarme, pero fue la ‘excusa’ perfecta para recibir abrazos, besos y compartir momentos de conversación con personas con las que tengo trato habitual y otras con las que me relaciono menos. Con todas compartí una cosa u otra; incluso las tres.

Cuando salí de trabajar me fui con una sensación muy buena. Con un gran regalo, que fue el haber compartido esos momentos que, de haber ocultado que era mi cumpleaños, no hubiese recibido. Y me alegré de haberlo hecho.

Yo llevé unos bizcochos para compartir y recibí muchas muestras de cariño y de afecto. En realidad, recibí mucho más de lo que di. Y me prometí recordarlo para cuando vuelva a tener dudas.

Cuando compartimos, solemos recibir mucho más a cambio. Pero hay que compartir sin más, sin esperar nada de vuelta. Y surge la magia.

Te cuento esta experiencia para que tú también te animes a hacerlo cuando dudes. Es la ley de la causa y el efecto. Y es una maravilla.

Te deseo un increíble día.

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