Acabo de terminar un libro que me ha encantado y me ha aportado muchísima claridad. Te lo recomiendo si, como yo, eres de las que buscas respuestas vitales a preguntas poco comunes. Se titula ‘Las siete llaves’. Si me sigues en redes o te has unido a mi canal de Telegram, ya habrás visto que lo he recomendado. Me ha gustado tanto que me estoy haciendo un resumen para tenerlo a mano de forma rápida siempre que lo necesite y eso es algo que no siempre hago con todo lo que leo.
En este libro hay cuento, ‘La felicidad’, que relata que un hombre visitó a un mago que tenía el secreto de la felicidad. El mago le entregó una brújula en la que había borrado la ‘N’ de norte y había puesto en su lugar una ‘F’ de felicidad y le dijo que aquel aparato señalaba el lugar exacto en el que se encontraba la felicidad y sólo tenía que seguir la flecha. Así que el hombre se puso a caminar rumbo a la felicidad durante días y fue el viaje más feliz de su vida pese a las dificultades del camino, que no fueron pocas. No había un día en que no se levantara alegre y orgulloso de lo que estaba haciendo. Y el sólo hecho de sostener en su mano la brújula que indicaba el camino hacia la felicidad y estar en su rumbo lo hacía dichoso.
Pero cuando llegó al punto exacto del Polo Norte, la aguja hizo lo que hacen las brújulas cuando llegan al norte: se vuelven como locas y empiezan a girar en una y otra dirección y dar vueltas sobre sí mismas, sin ton ni son. El hombre no entendía anda. Si se alejaba de ese punto en el que la aguja estaba perdida, esta volvía a señalar esa misma dirección.
Era absurdo: la aguja señalaba un punto al que no se podía llegar. Y entonces se dio cuenta de lo que el mago le había querido enseñar. Que la felicidad consiste únicamente en saberse en el camino hacia la dicha. Porque la felicidad es un punto hacia el que se va, pero al que no se llega.
Y así acaba este cuento que a mí, personalmente, me ha encantado. Es una versión más sobre la felicidad, pero que me encaja.
Ese concepto tan manido que ha perdido el sentido y al que le hemos dado tantas vueltas y adornado tanto que ha perdido el norte. Nunca mejor dicho.
Ese estado de dicha, para mí es el camino sin esperar el resultado final. Es disfrutar de cada paso sin esperar a mañana, sino gozando en el hoy en la medida de lo posible. No anhelando encontrarlo, sino viviendo como si ya estuviera en nuestra vida.
A ti, te resuena este cuento? Espero que te haya gustado.
Que tengas un día maravilloso.