Toda vida consciente busca un equilibrio. Es una de las claves del bienestar. Sin embargo, no resulta fácil encontrarlo.
Por lo general, llevamos vidas poco equilibradas. Seguro que lo experimentas a diario porque formas parte de un mundo en el que todo va demasiado deprisa como para pararnos a pensar en si realmente vivimos desde un lugar intermedio entre nuestras necesidades y nuestras acciones cotidianas.
A mí no me resulta fácil compaginar mi faceta de mujer con la de madre, trabajadora y amiga, por ejemplo. Tendemos a vivir más en una que en la otra por la sencilla razón de que no nos da tiempo a más.
Si tenemos un trabajo de ocho horas, quehaceres diarios como la compra o las tareas domésticas, ocuparnos de nuestros hij@s, dormir, comer y demás asuntos importantes, es muy posible que alguno esté desatendido. No te cuento dónde queda el autocuidado en esta alocada carrera.
El otro día me llamó mi padre. No lo suele hacer muy a menudo, así que pese a que estaba en plena ‘hora bruja’ de baños y cenas se lo cogí pensando en que era algo importante. Y no lo era. O sí. Depende. Mi padre me llamaba para reclamarme más atención.
Me dijo que llevaba varios días sin llamarles a él o a mi madre. Aquello me hizo pararme a pensar en cuando cogí el teléfono por última vez para preguntar a mis padres qué tal estaban. Y, efectivamente, hacía varios días.
Aquella llamada, que en un principio me incomodó, me hizo darme cuenta de que llevar una vida consciente, en la que seas tú mismo quien decidas cómo hacer las cosas con atención plena y de una forma que de verdad conecte con lo que eres y necesitas es un trabajo en toda regla.
Y es que vivir con el piloto automático y hacer las cosas de forma casi mecánica nos desequilibra.
Por la sencilla razón de que no nos atendemos.
Esta anécdota de mi padre me hizo darme cuenta de que llevaba días sumergida en mi lado de madre trabajadora, dejando a un lado todo lo demás, que también forma parte de mi esencia y que me compone como soy. Estaba viviendo desde mis pensamientos, desde todo lo que tenía que hacer de forma rutinaria.
Las personas tenemos cuatro cuerpos: físico, mental, emocional y espiritual. Y es importante que los atendamos todos como se merecen.
El cuerpo físico, ya sabes, es el cuerpo propiamente dicho. El mental lo conforman nuestros pensamientos. El emocional, la forma en la que respondemos a los estímulos externos y el espiritual es esa parte tan nuestra que nos hace conectarnos con nosotros mismos, nuestra vida interior.
Así que, si queremos vivir con cierto equilibrio, es fundamental que vivamos en sintonía con los cuatro cuerpos y que cuidemos de cada uno de ellos como sintamos que es mejor para nosotros.
Y un secreto: no es fácil, ni tampoco es rápido. Es un proceso, pero muy gratificante
Si te apetece, cuéntame si vives en equilibrio con tus cuatro cuerpos o si sientes que alguno está descompensado.
Que pases un maravilloso día. Muchas gracias por estar ahí
Creo que tengo tapado el espiritual Ana
Hola Marta! Pues es muy importante, tanto como los demás. Si te puedo ayudar en algo o aconsejarte cómo trabajar ese lado espiritual, escríbeme y hablamos.
Yo el físico y mental los tengo algo controlados, pero estoy trabajando el resto. Gracias
Ánimo,Marta!