Decepciones o… ¿Expectativas demasiado altas?

No tenía previsto escribirte hoy. Tenía pensado hacerlo a mediados de semana, pero es que la inspiración llega casi siempre sin la que llames, sino que lo hace cuando ella quiere. Y, verás, mi intención es que este espacio que compartimos sea de historias verdaderas, de experiencias humanas, que es de lo que va esto.

Cuando alguien me cuenta algo personal porque confía en mí y se abre para desahogarse siempre digo lo mismo: «Gracias, porque me encantan las historias humanas«. Y así es. Son ellas las que me mueven, las que me hacen reflexionar y me ayudan a crecer. Las historias de verdad.

Así que hoy te escribo para contarte algo de eso. Una experiencia mía, de nadie más. Una de esas historias que, al menos a mí, me han tocado. Y habla de expectativas y decepciones. Qué palabra, ‘decepción’, no sé si me encanta o me espanta. Lo que sé seguro que es que me ha llegado varias veces en las últimas semanas de parte de distintas personas y hoy me ha tocado a mí sufrirla.

Y no se trata de victimizarse, sino de todo lo contrario. De seguir.

Yo tenía un plan en mente. Lo había ideado con bastante detalle. Sabía lo que iba a hacer y hasta el resultado que iba a obtener de llevarlo a cabo. Es curioso porque pensaba yo que todo estaba en mi mano, fíjate, cuando en realidad sabemos de sobra que hay cosas que nosotros no decidimos.

El caso es que yo lo creía. Y pensaba que me iba a salir redondo. Era un plan perfecto. Le había dado tantas vueltas en mi cabeza y llevaba tantos días con él en mi mente que nada podía salir mal. O eso pensaba yo.

Pero el plan no ha salido como yo creía. Ni mucho menos. Y esto es lo que te vengo a contar, que hoy mismo, cuando ya me quedó claro que mi plan no iba a salir como yo tenía pensado, me he dado cuenta de algo: la decepción que me ha pellizcado el corazón en un primer momento se debía a un exceso de expectativas. En realidad, las decepciones son eso, expectativas demasiado altas, inmensas, locas.

Porque no hay decepción cuando no se espera nada. Cuando vives desde la no-espera, todo lo que llega es a mayores y lo hace para sumar y sorprender. La sorpresa viene en su justo momento, no antes (expectativas demasiado altas-decepción), cuando te has ilusionado con algo que sólo estaba en tu cabeza (y quizás en tu corazón).

Cuando he hecho esta reflexión de camino a casa es cuando me he dado cuenta de esto que te cuento. De que me he decepcionado yo sola porque yo he sido la que me había creado algo irreal en mi cabeza. Y, ¿sabes qué? me he alegrado porque me llevo una gran lección. He aprendido algo muy valioso para mí. Y con eso decido quedarme.

Si te has sentido decepcionada en algún momento con una situación o con una persona, espero haberte ayudado con esta reflexión. A mí también me ha venido muy bien contártelo.

Te deseo un maravilloso día.

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