Al hilo del último post, en el que hablaba de la importancia de encontrar el equilibrio entre nuestros cuatro cuerpos, varias personas me han comentado que, o bien desconocen su lado espiritual, o bien no saben cómo trabajarlo. Algunas hasta me han negado que tengan esa parte.
Para lo que piensen que no tienen un cuerpo espiritual que les conforma como personas les adelanto algo: es imposible.
Todo el mundo tiene un lado espiritual, aunque no lo tenga atendido, pero está en todos y cada uno de nosotros.
Es cierto que es un concepto un tanto etéro, algo complejo de explicar precisamente porque es, para mí, nuestro ‘yo’ más profundo, esa parte de nosotros a la que nos cuesta más acceder.
Y, sin embargo, es igual de importante que el resto de las partes que nos componen: física, emocional y mental.
Muchas veces asociamos la espiritualidad a la religión. Y es una opción, pero no la única. Nuestra espiritualidad es conectar con nuestra energía, con algo interno que es lo que nueve nuestra esencia.
Te propongo un ejercicio para tratar de conectar con tu espiritualidad y que tiene mucho que ver con el silencio. Elige un momento tranquilo del día y ponte cómodo en un sitio que te resulte agradable. Haz tres respiraciones profundas y cierra los ojos. Una vez que te sientas tranquilo y relajado, concéntrate en percibir lo que te rodea sin verte afectado por ello. Date cuenta de si hay algún sonido a tu alrededor, percibe olores cercanos, fíjate en las sensaciones de tu cuerpo, si tienes frío o calor…y hazlo sin juzgar, ni darle vueltas. Si te asalta algún pensamiento, déjalo ir vuelve a lo que estabas haciendo, sólo percibiendo. Nada más.
Cuando lleves un rato, sentirás cierta paz interior y te encontrarás viviendo el momento presente, sin pensar en nada más que en el aquí y el ahora. Ese estado es el que te conecta con tu ‘yo’ espiritual.
Quizás sólo lo hayas percibido durante algunos segundos. Da igual. Lo importante es empezar.
Evidentemente, tendrás que trabajarlo para ir expandiéndolo. Cultivarlo y cuidarlo como si se tratase de una planta a la que te gusta ver crecer. Dedícale algo de tiempo a diario y sentirás cómo se va haciendo más fuerte al tiempo que te proporcionará una conexión contigo mismo que te aportará, entre otras cosas, un enorme bienestar.
El ejercicio que te he propuesto es una especie de meditación, pero puede ser algo más sencillo, como tomarte una taza de té en silencio, sin dejar que la mente te lleve de un pensamiento a otro, sino viviendo el momento. No te dejes llevar por la mente, pon atención a cada sorbo, al sonido que hace el líquido en tu boca cuando lo sorbes, del olor que desprende la mezcla. Disfrutándolo con todos los sentidos.
Enciende una vela. Quédate un rato contemplando la llama. Mira cómo ondea con cada movimiento, por inperceptible que sea. Dedícale tiempo a lo sutil, a aquellos detalles que suelen pasarnos desapercibidos.
Dice Marcos Cartagena en su maravilloso libro ‘El sistema Hanasaki’ que calmar las aguas de nuestro espíritu nos dará la templanza que necesitamos para afrontar y superar con éxito los obstáculos que se van planteando en nuestro camino.
Cultiva el silencio, despréndete por unos minutos de tus pensamientos. Déjalos a un lado y escúchate lo que sea que tengas que decirte. Aunque sea nada. No importa. No te preocupes por el resultado. Sólo pon intención en lo que estás haciendo. Tu paz interior tiene que ser innegociable.
Aquí empieza tu camino hacia el cuidado del espíritu. Y te traerá muchas alegrías. No lo dudes
Que tengas un día maravilloso.