Todos tenemos un hechizo. Un ‘algo interno’ que nos hace únicos. Es nuestro inconsciente, esa parte parte que, sin darnos cuenta, maneja nuestra vida.
En realidad, somos sus marionetas. Hay una frase de Carl Gustav Jung que me encanta: «Hasta que el inconsciente no se haga consciente, el inconsciente manejará tu vida y tú lo llamarás destino».
Se escapa de nuestro control porque lo conocemos muy poco. La forman heridas ocultas, miedos y creencias y son esas otras herencias que, aunque inmateriales, también están en nuestra particular mochila vital, aunque no ocupen espacio físico. Ya sabes: lo que se ve está hecho de lo que no se ve (recuerda la semilla de la planta de la que te hablé hace unas semanas).
Nuestro inconsciente es esa sombra personal que, si no te haces cargo de ella, la proyectarás una y otra vez y marcará tu vida. Es más, si no la atiendes y la trabajas, es probable que atraigas a personas a tu vida con esa sombra que tú no quieres mirar. Un jefe, un amigo, una pareja… La vida quizás te lo ponga delante para que no tengas más remedio que mirarla a la cara.
Yo también tengo mi hechizo. Como todos. Si no lo tuviese, no podría hablar de tema, porque sólo se puede hablar de lo que se conoce. Si no lo has vivido nunca, sólo te sonará de algo, pero nada más.
Explorar nuestro inconsciente puede resultarnos complejo, pero es muy revelador. Ya te conté en otra entrada del blog que hace meses comencé a escribir un cuaderno de sueños y es muy sorprendente cómo analizando los detalles se repiten muchos mensajes que me apuntan a miedos que ni siquiera sabía que tenía.
Pero el inconsciente no se revela sólo a través de los sueños ni de la casa XII de tu cata natal. Si te paras a pensar, en esa mochila de la que te hablaba antes llevamos muchas creencias grabadas a fuego que vienen de nuestros patrones familiares y que damos por ciertas sin saber muy bien por qué. ¿Qué piensas sobre el dinero, la forma de ganarlo, tus obligaciones laborales, la familia, el modo de relacionarte con los demás, la política, la religión o de cualquiera de los asuntos cotidianos? Y, después, plantéate otra cuestión: ¿Eso que piensas sobre esos asuntos lo has decidido tú en función de tus propias experiencias o es una herencia familiar?
Qué maravilla poder darnos cuenta de las cosas. Y poder cambiarlas porque, no te olvides, tienes ese poder.
Te deseo un increíble día.