Es muy importante saber dónde estás pisando. Es crucial. Muchas veces estamos tan enredados haciendo cosas y sobreviviendo al día a día que no nos damos cuenta de cómo está el suelo que sustenta nuestros pasos. Son cosas sutiles que muchas veces nos pasan desapercibidas, pero eso no les resta importancia.
Imagínate que te deslizas sobre arenas movedizas. Perderías el equilibrio a cada rato y acabarías enfangado y pringado, además de que te costaría mucho más moverte y alcanzar tu destino. Te supondría más esfuerzo y más tiempo.
Ahora piensa en moverte sobre un suelo firme, seguro, que además te guste y te resulte cómodo y acogedor. Nada que ver.
La diferencia no es sólo una percepción tuya, es una realidad. Todos preferimos la segunda opción, la que nos ofrece la posibilidad de sentirnos protegidos y caminar sin mirar al suelo, sin tener en cuenta de si conviene más poner el pie aquí al lado o un poco más allá.
Normalmente elegimos comodidad. Preferimos esos lugares conocidos que no nos perturben ni nos den más quebraderos de cabeza. Da igual lo que haya al otro lado, con eso nos conformamos. Es alucinante cómo nos inclinamos con mucha más fuerza y determinación a aquello con lo que estamos familiarizados, aunque no nos convenza, antes que por lo que no conocemos. Hay una falsa placidez en lo conocido.
Pero te diré algo: ahí no hay crecimiento. Lo siento. Esa placidez resulta engañosa. Nos da la falsa percepción de que caminamos sobre seguro, sí, pero es insulsa y no nos permite expandirnos.
Dice Agustín Vidal, un profesional de la meditación, que «es muy fácil y estable caminar sobre pavimento, pero ahí no crecen flores». No puede ser más conciso y revelador.
Dejar el camino asfaltado y tomar la senda de piedras, sin señalizar y sin más pistas que las que te dé tu propia intuición es una decisión… compleja, digamos, y requiere importantes dosis de capacidad de análisis, amor propio y sentido común.
Es como cuando te vas de viaje y eliges la carretera comarcal en lugar de la autopista. Esta última es más rápida, te da mejores indicaciones, quizás, pero es aburrida y no te ofrece más opciones. La comarcal te da múltiples posibilidades, te permite parar en algún rincón a descansar, fijarte en los detalles de alguna flor y entretenerte con el rebaño de ovejas que cruza en cualquier momento, ver las montañas y perderte a propósito y dejarte sorprender por lo que sea que te esté esperando.
La vida por la autopista es vida, pero menos. Atrévete a salir de esa placidez de lo seguro y experimenta eso que te mueres por probar. No hace falta que sea en grandes dosis, puedes hacerlo a cuentagotas. Pon sólo un pie, mira a ver qué se cuece en ese lugar que tanto te llama la atención, aunque sea con el rabillo del ojo. Siempre habrá algo bueno un poco más allá de donde te encuentras porque, al menos, habrá crecimiento.
Si esto que te cuento te llama la atención y te apetece conocerte más en profundidad, podemos hacer una lectura de tu carta natal. Y, si tienes dudas, cuéntame y hablamos.
Que tengas un día increíble.