Lo sé. Ser constante a veces se nos hace cuesta arriba. Empezamos con ilusión una nueva rutina para cuidarnos y ser un poco más conscientes en nuestro día a a día y poco a poco vamos perdiendo fuelle e interés hasta que lo dejamos por completo. O casi.
Y lo sé porque a mi me ha pasado muchas veces. Desde ir al gimnasio hasta llevar un tipo de alimentación concreta, pasando por adquirir hábitos como acostarme pronto o leer al menos un libro al mes.
Sin embargo, reconozco que soy una persona bastante constante y tengo mucha fuerza de voluntad. Y no, no es algo con lo que nací, pero sí con lo que he trabajado durante años. Hasta alcanzar la constancia que tengo ahora.
Uno de los problemas más habituales para no cuidarnos es, precisamente, que nos falta constancia y compromiso. Por eso te ofrezco cinco claves para trabajar esta parte y que cuidarte pase de suponer un enorme esfuerzo a un tremendo placer.
Primero: Conócete. Antes de plantearte un cambio de hábitos, tienes que conocerte bien para saber realmente qué necesitas. Para poder cuidarnos necesitamos conocernos. Conocer y atender todas las partes que nos componen es el paso previo y fundamental para empezar a tomar las riendas de tu vida.
Pregúntate si te estás cuidando, si te sientes bien con tu cuerpo, cómo está tu nivel de energía y vitalidad, cómo es tu alimentación, si mueves tu cuerpo, si cuidas tus pensamientos, si te rodeas de gente que te hace feliz, qué te estresa o cuáles son tus emociones predominantes.
Cuestiones que abarquen todos los ámbitos que te forman como persona.
Y, también, cómo puedes cambiar aquellos hábitos que tienes y que no te gustan. Cómo podrías transformarlos en algo bueno para ti.
Segundo: Empieza en pequeñito. Es clave. Comienza por adquirir unos hábitos sencillos, que no te supongan un quehacer inasumible. Háztelo fácil. No tienes que empezar por hacer una rutina larga llena de pasos. Unos pequeños cambios sencillos en tus rutinas diarias te harán caminar, de forma progresiva, hacia un equilibrio entre todos los ámbitos de tu vida de forma natural y progresiva. Piensa en grande, pero empieza en pequeño.
Tercero: Sé tu prioridad. Entiende que tienes que ponerte en primer lugar. Como ya hemos hablado en anteriores post, es imprescindible que te atiendas para que puedas atender a los demás de una forma sana y equilibrada. Si no atiendes tus necesidades y pones siempre a los demás primero, ¿cómo puedes estar bien y brillar? ¿Cómo puedes dar lo mejor de ti si no estás en un estado óptimo? Ten en cuenta algo: Tienes que brillar con fuerza para expandir esa luz y contagiársela a los demás y eso sólo se consigue de una forma: sacando la mejor versión de ti mismo.
E insisto en una idea de la que ya he hablado en otras ocasiones: Ponerte en primer lugar no es egoísta es un acto de amor hacia ti misma, pero también hacia los demás porque estás expandiéndote para dar a quienes te rodean lo mejor que tienes.
Cuarto: No te centres en el resultado inmediato. A veces lo que nos pasa cuando empezamos a transformar nuestros hábitos es que queremos ver los resultados demasiado rápido. Y, claro, todo lleva su tiempo. Nos resulta más fácil volver a lo que estamos acostumbrados aunque no nos haga bien porque es lo que conocemos. Pero lo mejor de la vida suele estar fuera de ahí.
Cuidarse es un proceso, no un acontecimiento repentino. Sentirte bien es el resultado de una serie de acciones que has llevado a cabo. Quiero decir, que no es una casualidad.
Así que no tengas prisa. Si sientes que te domina la ansiedad en ocasiones porque necesitas pruebas de que eso que estás haciendo va a dar resultado piensa que absolutamente todo lo que llevas a cabo tiene una consecuencia. Es el principio de la acción-reación. Pon tu energía en seguir haciendo y ten por seguro que dará resultados. Tiempo al tiempo.
Quinto: Disfruta. Créate una rutina de autocuidado que te dé placer. Este punto tiene mucho que ver con el primero, el de conocerse a uno mismo. Primero analiza lo que te gusta y te hace bien. Y no lo que hace la mayoría o lo que está de moda. Si no te gusta leer, no pongas tu esfuerzo en eso, sino en otra cosa que te relaje a ti. Haz costura, date una ducha relajante, lánzate a la jardinería si te apetece o la cocina si eso te llama la atención. Adáptalo a ti. El mejor autocuidado que te puedes dar lleva tu nombre y tus apellidos.
Pon en práctica estas cinco claves y verás como el camino del autocuidado es mucho más fácil de lo que crees. Y, sobre todo, te harán mucho bien.
Si tienes alguna duda o pregunta, puedes mandarme un mail.
Te deseo un día maravilloso.
Gracias, Ana!!!
A ti, Valle, Gracias por leerme